jueves, 6 de noviembre de 2008

El perdón marinista es una gracia del Señor

Tiempos de Nigromante
Arturo Rueda

Los peores presagios nunca se cumplieron. Fallaron los profetas del desastre que anunciaron la carnicería mediática y la persecución judicial. Enrique Doger nunca efectuó su travesía al desierto, al estilo de la que tuvo el marinismo cuando abandonó el Ayuntamiento. El único destino que el gobernador le dio a su odiada némesis fue un frío intenso. Más que la congeladora, tuvo un glaciar que duró meses, tiempo suficiente para reflexionar sobre la insensatez de desafiar a un mandatario, por más debilitado que parezca. La soledad llevó al ex alcalde a la contricción, la forma superior del arrepentimiento. Y gracias a eso, Mario Marín, que es en esencia una voluntad, le otorgó el indulto. La gracia del perdón, simbolizada en la aprobación de su cuenta pública. En otras palabras, le dio la redención. Una nueva vida.

Lloran como plañideras los falsos profetas de la persecución. Sufren su propia equivocación, la mala lectura de la realidad. Como sabemos desde Maquiavelo, la política es lo que es, y no lo que queremos que sea. Las plañideras pensaban que el encono personal entre Marín y Doger provocaría la ruptura de la ley más importante del priísmo: la complicidad. Las analogías históricas nos han mostrado las graves consecuencias de tal ruptura: La última de ellas, entre Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, todavía tiene secuelas para el país. La vendetta que Zedillo ejerció en contra de su antecesor, en gran medida, es la causa eficiente de que el priísmo perdiera la Presidencia en el año 2000. Al final, los dos terminaron exiliados, e incluso todavía se siguen ajustando cuentas, como en la publicación del libro “La década perdida”.

Es la realidad de la política: Doger y Marín, Marín y Doger, son esencialmente iguales. Ninguno de ellos es éticamente superior, y tampoco ninguno puede reclamar algún tipo de supremacía moral. La única diferencia entre ellos es que Marín tiene más poder que Doger, en la medida en que tiene más tiempo y más recursos. Mientras el ex alcalde duró 3 años y manejaba 2 mil millones de pesos, Marín apenas va en su cuarto año, y ha ejercido un promedio de 40 mil millones de pesos. Mientras Doger controlaba su Cabildo, Marín domina los Poderes Legislativo y Judicial, los medios de comunicación, el Órgano de Fiscalización, la Comisión de Acceso a la Información y los cuerpos de seguridad.

¿Podía competir Doger con Marín? Nunca. El único momento en que se igualaron fue durante la extrema debilidad del gobernador en medio del escándalo Cacho, momento en que el entonces alcalde sintió que podía cobrar viejos agravios, diferencias de personalidades semejantes. Se equivocó, y después de un juego de reconciliaciones y nuevos enfados, se produjo la ruptura definitiva después de las elecciones intermedias del 2007, cuando el apoyo de Doger resultó fundamental para que el PRI pudiera retener la alcaldía y la mayoría absoluta en el Congreso del Estado. La promesa, en ese momento, y con Beatriz Paredes como testigo de honor, fue la aprobación de su última cuenta pública.

Y sin embargo, con compromiso de por medio, nada obligaba a Marín a cumplir su palabra. Perfectamente pudo organizar la cacería mediática y la persecución judicial. La muerte política de Enrique Doger. Pero no quiso hacerlo. ¿Por qué? Aquí entran varias interpretaciones.

La primera es que el indulto proviene de la “Operación Unidad 2009”, de acuerdo con la que Mario Marín ha privilegiado la unidad del PRI frente a la posibilidad de obtener el carro completo en las elecciones federales del 2009, con lo que tendría un escenario planchado para manejar una sucesión a modo. En la Operación Unidad 2009, Mario Montero ha jugado un papel destacado como secretario de Gobernación, logrando amainar los enconos y logrando atraer actores políticas que estaban a un paso de la ruptura. En algún sentido, Doger también le debe la vida a la operación política de Mario Montero, quien se ha convertido en un interlocutor respetado y con credibilidad.

Sin embargo, nadie puede olvidar que el indulto que Marín le concedió a Doger está relacionado con el 2010. Y es que para efectos, y contrario al llanto de las plañideras, el ex alcalde no se encuentra descartado de la sucesión. Que de una u otra forma, a pesar de pasar tantos meses en la congeladora, Doger sigue corriendo. No en la mejor de las circunstancias, y quizá retrasado respecto de la hiperactividad de Zavala. En otras palabras, que sigue vivo. Y ya se sabes que el que respira, aspira.

Falta tiempo para reunir evidencia sobre el verdadero sentido del indulto. Pero hay dos cosas claras. La congeladora le enseñó a Enrique Doger una lección de lealtad política: Marín decidió no masacrarlo. Y eso es algo que le tiene que agradecer eternamente.

*** ¿Quedamos desprotegidos? Leal hasta la médula, resulta sorpresiva y desagradable la renuncia de Alejandro Fernández Soto al Consejo Estatal de Seguridad Pública. Aunque de entrada las facultades del organismo son meramente administrativas, Fernández se convirtió en un auténtico experto de la lucha contra el crimen organizado. Su gran creación es la Policía Metropolitana.

Pero además de todo, es un personaje cercanísimo al gobernador. ¿Qué paso?

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