Enrique Núñez - Contracara
El festejo por los primeros 20 años del noticiero Buenos días, que conduce Javier López Díaz, cubrió todas las expectativas creadas.
A lo grande, Cinco Radio y doña Coral Cañedo celebraron a quien desde hace más de una década se convirtió en el hombre más escuchado de la radio en Puebla.
El innegable poder de convocatoria de López Díaz provocó que más de 500 invitados chocaran sus copas en señal de reconocimiento a quien se le ha llamado “el rey del rating”.
En la mesa principal estuvo presente el gobernador Marín, al igual que los exgobernadores Melquiades Morales y Mariano Piña Olaya.
De los suspirantes, pasaron lista en la mesa de honor la presidenta municipal Blanca Alcalá; el personaje de moda en Puebla, Enrique Agüera; el secretario de Sedeso, Javier López Zavala; el senador Rafael Moreno Valle y el diputado Jorge Estefan Chidiac.
El discurso de Javier fue marcado con su particular estilo.
Después de un lapsus —de ésos que nunca faltan en las grandes celebraciones— en donde saludó al gobernador Piña Olaya en lugar de a Marín, el conductor de Buenos días fue claro, preciso y contundente.
Ahí aprovechó para recordar a Rafael Cañedo, a doña Coral, a su equipo de colaboradores y, conmovido por el momento, hizo lo propio con su familia.
La que sorprendió a todos los presentes fue doña Coral, quien hizo gala de sus dotes de comunicadora, las cuales, confieso, eran totalmente desconocidas para un servidor.
Lo más importante es que con las palabras de los dos anfitriones nos quedó muy claro que entre este binomio, Cañedo-López Díaz, existe un lazo de gran admiración y profundo respeto.
Sin duda, hay motivos para asegurar que estos fueron apenas los primeros 20 años de Buenos días.
Enhorabuena.
Doger “El apestado de la mesa”
La comida estaba a punto de servirse cuando un insoportable hedor invadió los jardines del salón Tres Marías.
Cual vil apestado, “El Varguitas” hizo su aparición y la cara de la mayoría de los invitados lo decía todo.
Probablemente con la idea de que por arte de magia el indulto “decretado” por el Congreso del estado le había borrado todas sus pillerías, nuestro “amigo” buscó el cobijo de la clase política y empresarial de Puebla, sin que los saludos y los abrazos llegaran.
Pocas veces he visto instantes como los que enfrentó el exedil en la comida de Buenos días.
Un ambiente gélido, sólo comparable con el que vivió en su momento el loquito Paredes, fue el que invadió el lugar del festejo.
Su deseo por mitigar el frío lo llevó a deambular por varias mesas, sin encontrar el calor que lo aliviara de sus males.
Así, el cabecilla de la pandilla de ladrones —como la llamó el diputado Arriaga—, vio cómo lo evadían muchos políticos y empresarios.
No faltó quien hizo la graciosa huida, argumentando unas insoportables ganas de mear.
En contraste con los remolinos que envolvieron desde su llegada a Blanca Alcalá, a Zavala, a Moreno Valle, a Agüera y a Estefan, el indultado veía cómo toda la concurrencia le daba la espalda.
En su desesperación, se coló en la mesa del gabinete marinista, en donde se encontraban Javier García, Toño López Malo, Pericles Olivares y Darío Carmona, entre otros.
Cuando lo vieron venir —palabras más, palabras menos— esto fue lo que dijeron:
—Aguas, ahí viene este cabrón.
—No jodan, y ¿quién lo invitó?
—Pues nadie, pero así siempre hace.
—Acuérdense que graba.
—Ni pedo, chin chin el que hable.
Y las risas no se hicieron esperar.
A partir de ese momento, en esa mesa se decretó una hora de silencio.
Lo mejor fue lo que dijeron cuando se fue.
Pero ésa… es otra historia.
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