Enrique Núñez - Contracara
Es evidente que detrás de las sospechosas limosnas de Enrique Doger para Cáritas están las huellas —por no decir garras— del expresidente municipal.
La administración dogerista dictó cátedra de lo que es el año de Hidalgo.
Vaya que tienen creatividad. Miren que pensar en una limosna para disfrazar una más de sus porquerías, sí que se requiere de inventiva y cinismo.
De entrada, la ocurrencia de Doger de deshacerse de las 147 unidades a menos de dos meses de concluir la administración se suma a las “urgentes” concesiones de parquímetros y basura, las cuales dejaron claras sospechas de negocios detrás de ellas. Sin olvidar la compra del predio de los Matanzo, misma que se realizó a toda velocidad, cuando era imposible la reubicación de los ambulantes faltando unos días para que terminara la gestión dogerista.
Estas son las preguntas que deberá responder Enrique Doger:
¿Cuál era la urgencia de concretar la limosna?
¿Por qué no rematar las unidades y entregar el donativo en efectivo?
¿Cuánto costó la movilización de los autos chatarra?
¿Por qué Cáritas y no el DIF?
¿Por qué donar, cuando existen deudas?
¿Por qué negó la donación el presidente de Cáritas?
¿Por qué aclaró directamente la Iglesia?
¿En donde están los expedientes de los autos?
¿Qué año, modelo y marca eran esos vehículos?
¿Le tomaron fotografías a la supuesta chatarra?
¿En dónde está el registro del parque vehicular?
¿Realmente era chatarra?
Las respuestas saltan a la vista.
Y todas revelan que se trató de una negolimosna.
Los renglones torcidos de dios
Mediante un boletín de diez renglones, la Arquidiócesis de Puebla intentó explicar la negolimosna, argumentando que por falta de espacio los remató a una empresa en 200 mil pesotes.
Dice textualmente el boletín: “El Ayuntamiento de Puebla, por acuerdo de cabildo del 11 de diciembre de 2007, acordó donar un lote de bienes inmuebles en desuso, consistente, entre otras cosas, en muebles de oficina —¿por fin?—, equipos de cómputo, señalamientos, herramientas y automóviles chatarra”.
Con ese texto, la arquidiócesis piensa que está todo arreglado, y que con esos renglones aclaró el tema.
Esto es mucho más delicado. Cáritas recibió un donativo de 147 carros y otros bienes muebles, los cuales debieron ser transportados, dados de baja y entregados a la supuesta empresa que les pagó los 200 mil pesos.
Sin embargo, con el afán de aclarar, la propia Iglesia y Cáritas se involucraron en un tema sumamente espinoso.
¿En dónde están las facturas de los autos? ¿Quién los dio de baja? ¿Y la copia del recibo del donativo para fines fiscales? ¿Cuál es el nombre de la empresa compradora? ¿Sacaron fotos de la supuesta chatarra? ¿Para qué querían señalamientos municipales?
Y sobre todo, ¿por qué negaron la negolimosna?
Aquí está metida gente de ambos lados.
Y ahora quieren tapar el sol con un dedo.
¡Que Dimas los ampare!
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