La deuda dogerista
R. Morales / Intolerancia
No sólo la serie de concesiones otorgadas por la administración dogerista son hoy un dolor de cabeza para Blanca Alcalá. Lo que más le preocupa a la que dentro de diez días se hará cargo del palacio de Charlie Hall es la difícil situación financiera que enfrentará por el incremento que sufrió la deuda del municipio de Puebla.
En el 2002, es decir, el último año de la administración de Mario Marín Torres, los pasivos ascendían a 174.6 millones de pesos. Para diciembre del 2004, el último año de la gestión paredista, la deuda alcanzó los 488 millones de pesos, es decir, hubo un crecimiento del 178 por ciento.
De los diez créditos existentes con diversas instituciones, la administración dogerista reestructuró sólo dos que estaban en UDIS, la cartera era superior a los 275 millones de pesos. La otra “genialidad” consistió en prolongar los plazos de los vencimientos, los cuales se fueron del 2012 hasta el 2022.
La administración dogerista se dio a la tarea de reestructurar los pasivos heredados, pero no saneó la cartera, por el contrario adquirió nuevos compromisos. En el 2005 el ayuntamiento de Puebla adquirió un crédito por 250 millones de pesos con BBVA Bancomer, del cual amortizó sólo 137 millones de pesos, deja una deuda para la administración de Alcalá de 113 millones de pesos, que sumada al histórico da un total cercano a los 580 millones.
Enrique Doger no sólo rompió su promesa de no heredar más deuda, sino que en tan sólo en tres años la hizo crecer en un 80 por ciento.
Tan sólo en este 2008, Alcalá deberá destinar al menos entre 30 y 40 millones de pesos para el pago de esto pasivos.
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