Enrique Núñez - Contracara
Sin lugar a dudas las encuestas se han convertido en el punto de referencia obligado en todos los procesos electorales.
Los que ayer no sonaban pueden subir al escenario gracias a los números que las casas encuestadoras publican, mientras que otros políticos ven desplomar sus ilusiones cuando pensaban estar por encima de sus oponentes.
Cómo olvidar cuando Mario Marín apareció en el número uno de los estudios publicados por el CISO de la BUAP, después de haber dejado la Presidencia Municipal.
Ese fue el elemento que lo mantuvo firme cuando todos suponían que el melquiadismo lo haría pomada.
Hay que decir que ese posicionamiento lo alcanzó Mario Marín no sólo en la capital, sino también en el interior del estado.
Ese fue el mérito que obligó al gobernador Melquiades Morales a no borrarlo de la lista.
En esa lógica, Enrique Doger debe empezar a preocuparse.
Su caso está más que complicado.
En la ciudad de Puebla bastaron 100 días para que Doger pasara a la segunda posición, por debajo de Blanca Alcalá, y sólo unos puntos arriba de Moreno Valle y Zavala.
Ahora habrá que esperar para conocer los números del interior, en donde Doger podría perder varios puntos más ante el propio Moreno Valle y Zavala, quienes andan desatados a lo largo y ancho del estado.
Esto sin contar los recientes escándalos escenificados por el expresidente municipal, a quien podrían cargarle las verdaderas facturas de la “negolimosna”.
Evidentemente, Doger dirá que está mejor que Blanca Alcalá, pero para su mala fortuna la presidente ya le demostró que en unos cuantos meses puede superarlo.
Pero no hay que adelantarse, vamos a esperar los resultados de esos estudios de opinión para confirmar o no la debacle dogerista.
Veremos y diremos.
El uno, dos y tres de la política
Dicen los viejos políticos que en las reglas no escritas de la política los hombres de poder deben tener siempre su uno, dos y tres.
Llevado a estos tiempos, es lo que han dado por llamarle el plan A, B y C.
Cuentan, quienes lo vivieron, que el gran error de Salinas de Gortari fue no haber contemplado al dos ni al tres.
Que él pensó siempre en Luis Donaldo Colosio y que jamás contempló otro escenario.
Ante la catarsis provocada por la muerte de su candidato, no tuvo más remedio que apostar por quien había sido el hazmerreír del gabinete, incluido Salinas.
En resumen, Zedillo llegó a la Presidencia sabiendo que no le debía prácticamente nada a Salinas y que su candidatura era obra de las circunstancias.
El error de Salinas provocó la muerte física de su “delfín” y, de paso, su propia muerte política.
Evidentemente, en la actualidad los políticos tienen siempre en la mente el uno, dos y tres.
Lo interesante para los columnistas es descubrirlos.
El caso Melquiades
Alguien se preguntará por qué Melquiades Morales no aplicó esa regla.
La realidad es que siempre la tuvo en las manos y como ortodoxo de la política buscó aplicarla a cabalidad.
Para su mala fortuna, al exgobernador se le pusieron los santos de espaldas.
Desde el arranque del sexenio, el número uno estaba reservado para Rafael Cañedo Benítez, quien se preparaba para obtener la estafeta de manos de su compadre Melquiades.
La muerte de Cañedo provocó que Carlos Alberto Julián y Nácer fuera llamado a escena, quemando el cartucho número dos.
Tras la derrota electoral de Nácer, Melquiades volteó los ojos hacia Germán Sierra y Moreno Valle, de quienes debía decidir al número tres.
Los excesos de Rafa y la falta de carisma de Germán lo hicieron desistir, volteando los ojos al puntero de las encuestas, con quien hábilmente mantuvo una sana distancia, sabiendo que podría echar mano de él.
Por razones naturales, desde hace tiempo los columnistas nos rompemos la cabeza para descubrir quiénes son el dos y el tres de Mario Marín.
Dejemos ese tema para una próxima entrega.
Foto Rodolfo Pérez
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