Enrique Núñez - Contracara
La falta de escrúpulos del Varguitas poblano lo llevó a cometer verdaderas locuras.
Este personaje es capaz hasta de venderle su alma al diablo con tal de mantener su “carrera” hacia Casa Puebla.
Éste es otro ejemplo.
La nota principal del día de ayer publicada en Intolerancia y firmada por el reportero Francisco Sánchez Nolasco nos confirma la forma en que operó el expresidente municipal Enrique Doger.
Como todo un capo, Doger cooptó al líder sindical Israel Pacheco, a través de un contrato de comodato de 20 años de un área deportiva que originalmente le pertenecía a los vecinos de La Margarita.
Los colonos denunciaron que el contrato de comodato se firmó el 26 de junio de 2006. El ayuntamiento cedió el área común que se encuentra atrás del lugar llamado parque de Maquinaria, que desde la planeación del conjunto habitacional estaba destinado como un área recreativa para uso de todos los vecinos.
Sin miramientos, el Varguitas poblano decidió otorgarle al líder sindical esta “concesión” por 20 años a Pacheco Velázquez, sin que nadie pueda hacer nada al respecto.
Este inmueble —según lo denunciaron los propios vecinos— se convirtió en un club privado para uso de los amigos del lidercillo charro, marginando así a los legítimos propietarios de esta unidad deportiva.
Ahora entiendo por qué Israel Pacheco se convirtió en un palero de la administración dogerista, cuando al inicio de esa gestión municipal se mostró como todo un luchador social.
Cuentan que así como estas prebendas, existieron otras tantas que representaron millonarias ganancias para Israel Pacheco.
Sobra decir que en ninguna de éstas se contempló a la base trabajadora.
No sería raro que, en una de sus múltiples componendas, se hayan escuchado frases como ésta:
“Que se joda la perrada.”
El festín de Moreno Valle
En contraparte, Rafael Moreno Valle decidió mostrar el músculo, y en un claro acto de campaña convocó a propios y extraños a la celebración de sus 40.
Por un lado, la aparición de Elba Esther Gordillo dejó en claro que será ella y nadie más la impulsora de las apetencias de su muchacho, mientras que las tres figuras del panismo estatal brillaron por su ausencia.
Por un lado, Humberto Aguilar se pintó a Canadá, Ana Teresa Aranda no fue invitada y Ángel Alonso Díaz Caneja de plano lo plantó.
En cuanto a número, el acto morenovallista pasó la prueba; mientras que en cuanto a la calidad lamento no poder decir lo mismo.
De la dirigencia nacional panista prácticamente no vino nadie, y de los senadores del resto del país ni sus luces.
En este último renglón, francamente esperaba verle más al delfín elbista.
Foto Rodolfo Pérez
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